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La pésima mezcla de beber y conducir, en 2024 hubo1.546 accidentes de tránsito y 61 fallecidos.

 
Cada año en Chile, cientos de familias sufren la pérdida de un ser querido producto de accidentes de tránsito relacionados con el consumo de alcohol. Aunque parezca una advertencia repetida, sigue siendo una verdad dolorosa. El alcohol y conducción nunca son compatibles.
 
 
Durante las pasadas Fiestas Patrias de 2024 se registraron en Chile 1.546 accidentes de tránsito y 61 fallecidos. Si bien hubo una reducción del 30% en accidentes respecto a 2019, las muertes aumentaron en un 54%. Detrás de estas cifras hay historias truncadas, familias quebradas y tragedias que pudieron haberse evitado.
 
 
El alcohol no solo “relaja”, como muchos creen. Afecta la coordinación motora, disminuye la capacidad de reacción, distorsiona la percepción del entorno y genera una peligrosa falsa sensación de seguridad. Basta con una copa para que el cerebro pierda eficiencia en tareas que exigen atención dividida, como es conducir. El conductor cree tener todo bajo control, cuando en realidad está tomando decisiones más lentas y riesgosas.
 
 
Además, el consumo suele estar asociado a factores como el estrés, la tristeza, la presión social o la evasión. Por ello, la prevención no debe reducirse al eslogan “si tomas, no manejes”, sino a generar conciencia sobre por qué bebemos, en qué circunstancias y qué consecuencias puede traer.
Conducir bajo los efectos del alcohol no es solo una irresponsabilidad individual, es una falta de empatía hacia los demás. La salud mental también implica cuidarnos y cuidar al prójimo.
 
 
La conducción segura no comienza al encender el motor, sino al tomar decisiones conscientes que respeten la vida propia y ajena. ¿Qué historia queremos contar mañana? ¿La de una celebración que terminó bien, o la de una tragedia que se pudo evitar?
 
 
Juan Videla Alfaro
Máster en Salud Mental Facultad de Enfermería
Universidad Andrés Bello