EDUCACIÓN: Currículum en disputa, decisiones postergadas, aprendizajes en riesgo.
A cuatro meses de que expire el currículum priorizado —implementado en 2020 como respuesta a la emergencia sanitaria y prorrogado hasta diciembre de 2025—, Chile enfrenta una situación preocupante: aún no hay claridad sobre qué se enseñará oficialmente en primero a sexto básico a partir de marzo de 2026. Esta falta de definición no solo compromete la planificación pedagógica, sino que instala un clima de incertidumbre institucional que afecta directamente a estudiantes, docentes y comunidades educativas.
El Consejo Nacional de Educación (CNED) ha rechazado dos propuestas de actualización curricular presentadas por el Ministerio de Educación durante este año, señalando deficiencias de fondo como objetivos de aprendizaje ambiguos, progresiones poco claras y una sobrecarga de contenidos (Emol, 2025). Esta situación deja en suspenso la posibilidad de implementar un nuevo currículum, y obliga a contemplar escenarios alternativos como la prórroga del currículum priorizado o el retorno al currículum base pre-pandemia.
Lo más complejo es que este estancamiento ocurre pese a un proceso participativo inédito: el Congreso Pedagógico y Curricular. Más de 800 mil personas participaron a través de encuentros escolares, consultas individuales y jornadas organizadas por la sociedad civil, reflejando una ciudadanía activa y comprometida con la educación. El informe final, elaborado por la Unidad de Currículum y Evaluación del MINEDUC y sistematizado por la UNESCO, recogió los principales consensos sobre qué y cómo aprender en la escuela chilena, destacando el interés por una educación más contextualizada, activa y conectada con los desafíos del mundo contemporáneo (MINEDUC & UNESCO, 2024).
Esta desconexión entre participación y toma de decisiones es grave. El proceso fue valorado internacionalmente, siendo avalado por la Oficina Regional Multisectorial de la UNESCO y presentado como experiencia en la Cumbre Mundial de Docentes 2025. En dicho encuentro, se enfatizó la necesidad de fortalecer el protagonismo docente, la coherencia curricular y la planificación con enfoque de derechos (UNESCO, 2025).
La OCDE también ha alertado que los países que no planifican sus reformas curriculares con antelación terminan reforzando las brechas de aprendizaje, especialmente en contextos de desigualdad estructural como el chileno (OECD, 2025). El tiempo para definir el futuro curricular es ahora: las escuelas deben asignar docentes a sus cursos, planificar estrategias didácticas, adquirir materiales y proyectar itinerarios de aprendizaje. Sin un marco oficial actualizado, todo esto se vuelve difuso y riesgoso.
¿Estamos dispuestos a seguir postergando decisiones clave? ¿Qué sentido tiene consultar a las comunidades si sus acuerdos no se reflejan en las políticas públicas? ¿Qué mensaje se entrega a los equipos docentes que, con compromiso y vocación, ya deberían estar preparando el próximo año escolar?
Urge una respuesta clara por parte del Ministerio de Educación. Chile necesita certeza curricular para asegurar una educación pertinente, equitativa y de calidad. No podemos permitir que marzo de 2026 nos sorprenda sin definiciones, porque sin un currículum claro, no hay escuela posible.
Por Juan Pablo Catalán, académico e investigador de Educación UNAB
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