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El PIB minero no minero: La lección australiana que Chile ignora, no se trata sólo de extraer mineral.

Chile, la capital mundial del cobre, enfrenta un riesgo crónico: depender de la mera extracción. Cada rally de precios es una oportunidad perdida para romper la inercia extractivista. El debate no está en cuánto producimos, sino en cuánto conocimiento y tecnología generamos a partir de ese recurso. Aquí es donde se evidencia el fracaso estructural chileno frente a modelos como el australiano.


La diferencia clave no es el volumen de cobre, sino el “PIB Minero No Minero”. En Australia, el sector de Equipos, Tecnología y Servicios para la Minería (METS) es un potente clúster de alto valor, mientras que en Chile el ecosistema de innovación sigue anclado en la importación.


La brecha se cuantifica con cifras de I+D+i (Investigación, Desarrollo e Innovación). Australia invierte cerca del 1.86% de su PIB en I+D, estableciendo una base de conocimiento sólida. Chile, en contraste, invierte solo alrededor del 0.36% del PIB (Banco Mundial, 2021). Esta diferencia de cinco veces es el costo de nuestra dependencia: nos condena a ser clientes de tecnologías que podríamos desarrollar.


El resultado es que el minero chileno se enfoca en “sacar el mineral”, mientras que el australiano se enfoca en “exportar la solución”. El sector METS de Australia exporta activamente su know-how a nivel global, con cerca de 2.600 empresas proveedoras activas en la exportación. En Chile, la baja intensidad de I+D/Ventas de las empresas mineras (una de las más bajas del país) demuestra que el crecimiento sigue primando sobre la innovación.


Al no invertir en esta capa de valor agregado, Chile sufre dos castigos: 1) La volatilidad de la commodity, manteniendo la economía vulnerable a las proyecciones de precios (como la oscilación entre los US$6.12/lb de BofA y los US$4.30/lb de Cochilco), y 2) La pérdida de soberanía productiva, manteniendo al país dependiente de la tecnología externa para resolver sus propios desafíos (como la escasez hídrica o las bajas leyes).


La bonanza del cobre, alimentada por el déficit estructural y la transición energética, nos da la chequera para invertir. Pero si no cambiamos radicalmente la matriz de I+D, seguiremos siendo una mina a cielo abierto sin propiedad intelectual, dejando que la riqueza de la innovación se fugue junto con nuestros concentrados. Es hora de que el Estado y el sector privado dejen de debatir el royalty (impuesto a la extracción) y enfoquen sus esfuerzos en el retorno del conocimiento (inversión en I+D).


Manuel Reyes

Ingeniería en Minas UNAB