Estudio revela alto impacto del Covid-19 en la salud mental y las condiciones laborales en Chile.
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Investigación evidencia que más de la mitad de la población encuestada presentó malestar psicológico moderado o severo durante la pandemia.
La pandemia de Covid-19 no sólo alteró la salud física de la población chilena, sino también su estabilidad económica y bienestar emocional. Así lo revela el estudio “Relationship between employment changes and psychosocial discomfort during the COVID-19 pandemic” que analizó la relación entre cambios laborales -remunerados y no remunerados- y el malestar psicológico en 784 personas mayores de 18 años durante el año 2020.
Según la investigación, el 55% de las y los encuestados reportó malestar psicológico moderado o severo, siendo los grupos más jóvenes y de menores ingresos los más afectados. “Los datos revelan que la reducción de ingresos familiares no es solo un dato económico, sino una manifestación de inequidades estructurales que se expresan directamente en la salud mental de las comunidades más vulnerables”, explica María Soledad Burrone, académica del Instituto de Ciencias de la Salud de la Universidad de O’Higgins y coautora principal del estudio.
El trabajo -desarrollado junto a investigadoras/es de Argentina y la Universidad de Concepción- reveló además que, aunque el teletrabajo alcanzó al 52% de la muestra, un 41% redujo sus horas laborales y un 57% vio disminuir sus ingresos. “Esta investigación demuestra cómo las crisis sanitarias operan como amplificadores de desigualdades preexistentes, afectando de manera diferencial a mujeres, jóvenes y grupos socioeconómicamente vulnerables, evidenciando la necesidad de enfoques interseccionales en salud pública”, afirma la Dra. Burrone.
Uno de los hallazgos más notorios fue la sobrecarga de trabajo no remunerado para las mujeres. Ellas reportaron significativamente más horas -que los hombres-dedicadas a tareas domésticas, cuidado de otras personas y acompañamiento escolar. “Las mujeres asumieron durante la pandemia un volumen de tareas no remuneradas mucho mayor, lo que puede tener efectos en su salud mental a mediano y largo plazo”, señala María Teresa Solís, académica de la UOH y coautora principal del estudio.
A pesar de la carga adicional, el análisis mostró que dedicar entre 16 y 45 horas semanales a tareas domésticas podría actuar como factor protector, posiblemente por reforzar rutinas familiares y espacios de cuidado. Sin embargo, esta protección desaparece al superar las 45 horas semanales.
Las autoras destacan que los resultados refuerzan la urgencia de políticas públicas integrales. “Es clave implementar estrategias de protección de la salud mental en crisis sanitarias que consideren los cambios laborales y económicos, así como la distribución del trabajo no remunerado”, plantea la Dra. Solís.
El estudio concluye que la combinación de reducción de ingresos, sobrecarga de tareas y menor acceso a teletrabajo tuvo un impacto desproporcionado en la salud mental de mujeres y jóvenes, llamando a diseñar medidas focalizadas para estos grupos.
“Nuestros hallazgos confirman que no podemos abordar la salud mental sin transformar las condiciones estructurales que generan vulnerabilidad. Necesitamos políticas que reconozcan esta interconexión y actúen en consecuencia”, finaliza María Soledad Burrone.
Además de las doctoras Solís y Burrone, en la investigación también participaron las/os investigadoras/es Armando Basagoitia, Luna Rojas, Paulina Valenzuela, Catalina Barrientos, Fabiola Molina, Daniela Valdés, Silvina Arrosi, Silvina Ramos, Paulina Rincón y Loreto Villagrán.
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