Inés de Olmos, a los 43 años heroína de la conquista española en Chile en el ataque de Pelantaro a La Imperial
26 de enero de 2023
Inés de Olmos nace en Imperial el año 1555, era hija de Pedro Olmos de Aguilera y de doña María Zurita y Villavicencio, y esposa del capitán Pedro Fernández de Córdoba. Tenía 43 años cuando en el alzamiento del año 1598, su ciudad es sitiada y ella demuestra un temple y valor que conmovió incluso al Rey de España. Finalmente reciben ayuda y logra salvar las vidas de los que estaban sitiados.
El año 1598, el Toqui Pelantaro, de 23 años, inicia el alzamiento Mapuche, y al año siguiente ataca La Imperial.
El corregidor de La Imperial, fortifica la ciudad, y resiste los ataques.
Los Mapuche en cada batida se llevaban el ganado y caballares que encontraban. Además, cortan los árboles y destruyen los campos de los alrededores.
Luego intentan desviar el río que lleva agua a la plaza.
El acoso permanente acabó por vencer la prudencia del jefe español, quien decidió hacer una campeada para terminar con la actividad Mapuche.
Encarga a dos de sus capitanes, Pedro Olmos de Aguilera y Hernando de Ortiz, que salgan con cuarenta hombres de a caballo a escarmentar a los sublevados.
Los Mapuche dan muerte a nueve soldados y llevan a Olmos de Aguilera, para hacer que la guarnición se rinda, a cambio, les perdonarían sus vidas.
Pero surge la voz segura de Inés Olmos de Aguilera, quien los convence de que los Mapuche no van a cumplir su palabra, y que lo único que queda es luchar. Inés asume el liderazgo.
Los Mapuche al enterarse de la decisión, clavaron la cabeza del padre de Inés de Olmo en una pica y la mostraron para aterrarlos, pero Inés, rápidamente supera la pena y ésta firme en su convicción de luchar.
Todas las órdenes que dio, fueron las más inteligentes, como si su oficio hubiera sido el arte militar.
La situación más terrible y amarga, fue cuando los indios trajeron frente a las murallas del fuerte a su esposo, don Pedro Fernández de Córdoba, para advertirle que, si no rendía la fortaleza, lo matarían a su vista.
Ella respondió que lo hicieran, pues jamás entregaría el fuerte. Los Mapuche comenzaron por cortarle las orejas, la nariz, le sacaron los ojos, hasta que al final le abrieron el pecho y le sacaron el corazón para comérselo.
Doña Inés soportó todos aquellos padecimientos. Esta heroína contempló la bárbara escena que se ofrecía ante su vista, pero pudo sobreponerse a su incalculable dolor, convirtiéndose en la más tenaz defensora de su ciudad natal, hasta el extremo de dirigir a los combatientes.
En los días siguientes los nativos continuaron trayendo parientes de la valerosa mujer para intimarla de nuevo a la rendición. Siguieron sus hijos, sus hermanos, su cuñado y sus sobrinos. Pero Inés seguía firme en su convicción de no rendirse ante personas que, de seguro, los iban a matar.
Llegó un momento en que toda la guarnición se moría de hambre. Comenzaron por comerse a los perros, continuando con los gatos, ratones y cueros de los arneses.
Ante la falta de balas, sus joyas se habían usado como proyectiles. y ella no se confiaba en los centinelas, manteniéndose despierta.
Cuando se les acabó la pólvora y no podían usar los cañones, reunió a todos sus hombres, para hacer una piadosa súplica a la Santísima Virgen. Luego ordenó a algunos hombres que al amparo de la noche fuesen a los restos que quedaban de la ciudad a buscar si encontraban algo.
Grande fue su sorpresa al encontrar algunos barriles de pólvora. Así pudieron comenzar a disparar de nuevo los cañones, colocando piedras en vez de las balas que no tenían.
Entre los múltiples paisajes que ofrece el rio Imperial, entre ellos se encuentra una isla como a 20 kilómetros al poniente de Carahue y alcanza una extensión de 30 hectáreas.
Cuando el agotamiento de las municiones hizo imposible la defensa evacuó la ciudad con sus diezmados compañeros de martirio y heroísmo; fue a refugiarse en la hermosa isla, a quien legó su nombre, de donde siguió después su viaje a Concepción.
Después, discurrió pedir ayuda al gobernador que se hallaba en la ciudad de Valdivia, para lo cual viajarían mensajeros por el río, y para eso prepararon dos lanchas. Nuevamente les faltó brea o alquitrán para calafatear las naves. Volvieron a salir de noche al pueblo y Dios quiso que encontraran lo necesario.
Finalmente acudió en su ayuda el gobernador con suficientes tropas y salvó la fortaleza que ya estaba en ruinas.
Sólo quedaban 42 españoles, muchas mujeres y entre ellas la heroica Inés de Aguilera. Su valor fue premiado por el rey quien le otorga una pensión de por vida.
FUENTE: Facebook: Ilustraciones de Historia de Chile
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